martes, 10 de diciembre de 2013

De cómo avivar una llama


Vengo a decirte lo mismo
que tantas veces te he dicho,
eso que poco me cuesta 
y que tú nunca has oído. 
Vengo a decirte que el tiempo 
que ya llevamos perdido, 
es sólo un punto pequeño 
en el cielo del olvido. 

Que todo el daño que tengo 
de lo que ya hemos sufrido, 
tiene que servir de algo 
para que hayas aprendido. 
Que como yo a veces sueño, 
nadie ha soñado contigo, 
que como te echo de menos, 
no hay en el mundo un castigo. 

Vengo a decir que lo siento, 
aunque no tenga un motivo, 
para que cuando estés sola 
sientas que a tu lado sigo. 
Para que sientas que tienes 
siempre a tu lado un amigo. 
Porque no quiero perderte, 
ni quiero ser yo el perdido. 

Pequeña de las dudas infinitas, 
aquí estaré esperando mientras viva. 
No dejes que todo esto quede en nada 
porque ahora estés asustada.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Confesiones Abstractas I

No tenía pensado volver a escribir aquí, pues cuando abandonas algo volver a retomarlo requiere partir con el pasado, pasado que visto con perspectiva ya no significa casi nada. Pues no lo tenía pensado, puesto que no tengo ni tiempo, ni ganas ni nada que decir, es más no pienso mandar a nadie a que lea mi nueva entrada como solía hacer, simplemente escribo para, como Albertucho alguna vez me enseñó, ahorrarme el dinero que no tengo en psicólogos y encontrarme bien, mejor dicho encontrarme algo mejor, conmigo mismo. Para escupir por aquí lo que no me atrevo a decir a la cara. También es curioso que cuando más me apetece escribir es cuando desde la UPO me lanzan los más destructivos misiles en forma de trabajos, exposiciones y exámenes finales que empiezan a asomar la cabeza mientras los hogares españoles, haciendo un sublime esfuerzo, se proveen de turrones, mantecados y buenos caldos para regocijo de las grandes superficies, digo, para celebrar, un año más, la Navidad.

Hace ya dos meses y medio que he vuelto de mi aventura madrileña de un año, la cual merecería muchas entradas en este blog pero no es el momento. Un año que podría haber dado para mucho, qué digo, que ha dado para mucho, es posible que haya madurado más en este año fuera de casa que en los tres últimos, no obstante, no ha dado para todo lo que pensaba que daría, sobre todo en lo que a lo sentimental y emocional se refiere.

En el poco tiempo que llevo aquí de vuelta ha habido tiempo para todo: para no saludar, para ser poco más que uno más, para hablar, para beber, para compartir y, por último, hasta para confiar y confesar. Es una situación realmente extraña, pues nuestros caminos se separaron hace más de un año y nunca estuvieron enlazados ni siquiera dos primaveras. No obstante, la sensación es que nunca dejaron de estar unidos, de una forma u otra, siempre que tomaba alguna decisión, esta sensación estaba (y está) presente.

Me he engañado a mí mismo infinidad de veces: "no la necesitas", "ya no sientes nada", "tienes una vida nueva", "tienes contigo a otra persona que también te puede hacer feliz", "tu vida está aquí y la suya allí"... He escrito parrafadas para volver a borrarlas por no atreverme a decírselo. He actuado de formas que no me reconocía ni yo por orgullo. He tratado de autoconvencerme en contra de mis sentimientos, me he peleado con ellos y, si bien he ganado muchas batallas, siempre acabo perdiendo la guerra. Me hizo bien la distancia para con esta situación, pero vencida la misma, todo ha resurgido de sus cenizas. Algo que parecía estar muerto ha resucitado, con fuerza incluso, para volver a remover todos mis cimientos y a dejar faltos de sentido mis esquemas... y los suyos también.

Y es que sólo me queda pensar que todo el mundo tiene una persona que, por muchas que pasen por su vida, siempre será preeminente, una persona modelo que buscaremos en las que vayan viniendo y, al darnos cuenta que alivia pero no sana, nos encontramos con que nuestro vacío está lleno de humo. No porque esa persona no tenga valor, sino porque no es la persona que realmente buscas. En muchas ocasiones la persona que desechamos tiene más valor que la que queremos, eso nos da igual, a mí al menos eso me da igual. Puedes llegar a ser muy feliz con alguien, pero basta que la persona preeminente o especial mueva un dedo para replantearte si realmente eres feliz. Y no importa que la vida te separe de esa persona, no importa que la tengas en contra, a favor, cerca, lejos, siempre será especial para ti. SIEMPRE.

La música, las fotos y las redes sociales se convierten en armas de doble filo al ser mis escondites preferidos a la vez que mis más duras carceleras. Podría poner un listado de canciones que me recuerdan a esa persona, pero seguro que no pondría ni la cuarta parte de las que son. Podría poner fotos que, sin salir esa persona, tiene relación con su historia. No necesito redes sociales para saber qué siente o cómo le va.

Así, escribiendo y dando vueltas a la situación mientras hago mi vida, espero, con la paciencia que no tengo, que llegue, o que vuelva, el momento de los dos, nuestro momento, que si bien ya lo hubo, quizás no fuera el mejor.